La transición hacia las nuevas energías en el sector del transporte
La crisis climática exige un cambio urgente en la manera en que vivimos, lo que incluye la forma en que transportamos los bienes que utilizamos todos los días. ¿Cuáles son las medidas que han de implementarse para lograr esta transformación en el sector y los retos que hay que afrontar?
En las últimas décadas, las emisiones procedentes del transporte han aumentado a una velocidad mayor que las de cualquier otro sector. La transportación es hoy en día una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, a lo que hay que sumar las emisiones resultantes de la producción de combustibles, vehículos y la construcción de infraestructura para su uso, que agrega millones de toneladas de contaminación atmosférica anuales.
Alrededor del 94% de la energía que consume este sector depende de los combustibles fósiles. En el contexto de la crisis climática que se vive en el planeta, descarbonizar el transporte de pasajeros y de mercancías se ha vuelto una prioridad. Puesto que el transporte de carga abarca una porción cada vez más importante del sector y seguirá creciendo en las próximas décadas, su transformación juega un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático.
Acuerdos internacionales contra la crisis ambiental
En la reciente edición de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP26), casi 200 países llegaron a acuerdos y compromisos para atender el cambio climático. Por primera vez, se hizo referencia a la quema de combustibles fósiles como una de las principales causas de la crisis ambiental. Con respecto a ello, se han propuesto acciones para alcanzar la meta de reducir de forma significativa la tasa de emisiones contaminantes durante los años por venir y así limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.
Los líderes y representantes de los diferentes países se comprometieron a una disminución gradual del consumo de carbón, a reducir a cero sus emisiones netas a diferentes plazos y a poner fin a la inversión en energía de carbón, así como a nuevas ayudas públicas al sector energético internacional de los combustibles fósiles no modificados para finales del 2022. En su lugar, se comprometieron a priorizar el apoyo hacia la transición energética, para lo cual se anunció un plan internacional de tecnologías limpias, con el fin de que sean más asequibles en todo el mundo y avanzar en su implementación.
En lo que respecta al transporte ecológico, más de 100 firmantes se comprometieron a poner fin a la venta de motores de combustión interna para 2035 en los principales mercados y en todo el mundo para 2040. Además, al menos 13 países se comprometieron a poner fin a la venta de vehículos pesados impulsados por combustibles fósiles para 2040.
Todo lo anterior es un paso importante hacia el fin de la era de los combustibles fósiles, si se tiene en cuenta la escala mundial de la financiación que se les da y el hecho de que países que participan de manera notable en ello respaldan estos acuerdos. Sin embargo, aún queda un largo camino por delante, con la implementación de planes, políticas y acciones tangibles para que los compromisos se conviertan en realidades. Hay que considerar también todos los obstáculos que existen para lograr la transición hacia un transporte sostenible y con cero emisiones de carbono.
Tecnologías alternativas: un mercado en construcción
A medida que las economías y la población crecen, aumentará también la demanda de bienes y servicios, lo que incluye la transportación. Se espera que para 2050 las emisiones de CO2 provenientes de la industria del transporte de carga se eleven un 22%, si no se toman medidas adicionales a las ya previstas para atender el problema.
El hecho de que el sector depende casi completamente de los combustibles fósiles es uno de los principales retos que enfrenta su descarbonización. Esto está relacionado con los altos costos y la poca disponibilidad de combustibles alternativos. Es complicado que las compañías inviertan en vehículos que utilicen dichos combustibles, cuando su oferta, producción y uso depende de la accesibilidad de un bien que aún no es fácil adquirir. A su vez, es difícil producirlo y hacerlo accesible si hay poca demanda.
Los costos sólo se reducirán una vez que se construya el mercado y las ventas, aunque es probable que los costos del transporte de carga aumenten de cualquier forma, sin que esto implique un cambio significativo en los precios de los productos. Sin embargo, en un ambiente en el que la tecnología evoluciona a gran velocidad, existe incertidumbre sobre la alternativa que resultará más eficiente y más rentable a largo plazo, lo cual dificulta la inversión y el desarrollo de la infraestructura necesaria para su implementación.
La importancia de las políticas gubernamentales
Los costos de las tecnologías alternativas son y probablemente seguirán siendo mayores que el de aquellas que dependen del carbón. Uno de los temas que se trataron en la COP26 es el de poner impuestos sobre el uso de estas últimas para mermar su uso, lo que pone de relieve la importancia de las políticas gubernamentales.
Para lograr la implementación de combustibles alternativos y energías limpias, así como la electrificación del sector, no basta la acción del mercado. Es necesario que los gobiernos implementen medidas fiscales e infraestructurales, para apoyar la transición e incentivar la inversión y la accesibilidad de estas tecnologías, así como para promover la eficiencia de las cadenas de suministro.
Mientras las políticas gubernamentales propicien que las opciones más contaminantes sean las más accesibles, el cambio será más complicado. Por otra parte, además de pensar en medidas que regulen la producción y venta de combustibles alternativos y vehículos de carga eléctricos, es necesario considerar la infraestructura pública requerida para que puedan funcionar de manera eficiente.
El transporte eléctrico y la descarbonización del sector energético
La electrificación del transporte ha sido considerada una de las principales alternativas para afrontar la descarbonización del sector. Sin embargo, las emisiones de los vehículos eléctricos también dependen del tipo de energía, batería y materiales que utilicen, así como de la forma en que son producidos.
Para lograr las cero emisiones y poder decir que el sector está completamente descarbonizado, la red de suministro del transporte eléctrico debe estar abastecida por energías renovables y sus componentes y producción deben prescindir también de los combustibles fósiles.
Por otro lado, incluso en un escenario en el que de aquí en adelante todos los vehículos nuevos fueran eléctricos, reemplazar aquellos que siguen en funcionamiento y usan combustibles fósiles aún tomaría varios años, sin mencionar el problema que representa disponer de ellos una vez que termine su vida útil.
Desabasto de minerales estratégicos
Uno de los componentes necesarios para fabricar las baterías de los vehículos eléctricos, en los cuales se ha enfocado la transición tecnológica, es el litio. Hoy en día, el 65% de este mineral se usa para dicho propósito en el mundo. Con la emergencia climática y las medidas que se contemplan para atenuarla, la demanda de litio va al alza, al igual que la competencia comercial en torno a su extracción y a la producción de vehículos eléctricos entre las potencias comerciales del mundo.
Es necesario recordar que éste y otros minerales esenciales para la generación de las llamadas energías limpias son también recursos naturales y están expuestos a la sobreexplotación para fines de lucro, así como a las consecuencias que esto conlleva. Uno de los métodos de extracción que se utilizan para obtener el litio, por ejemplo, es la minería a cielo abierto, que tiene graves consecuencias para el medio ambiente y que ha sido la causa de serios conflictos territoriales.
Hay que considerar también qué ocurrirá cuando convirtamos estos materiales en desechos y se tiren al medio ambiente, lo que los transformaría en un factor contaminante más. Estos son otros puntos a tener en cuenta cuando se habla sobre políticas gubernamentales.
Un punto crítico para asegurar el futuro
El transporte es de gran importancia para la economía mundial y para el día a día de las personas. Debido a su alto impacto ambiental, su transformación es imperativa para la recuperación del planeta. Para lograrlo habrá que modificar completamente el estilo de vida y la infraestructura, así como los hábitos de consumo y movilidad, que están arraigados en la quema de combustibles fósiles.
El cambio requerirá de la colaboración internacional entre gobiernos, compañías y consumidores, de esta manera como de trabajo colaborativo con sectores relacionados, como la energía, el turismo, el comercio y otros. Existen ya alternativas a la vista y acciones en marcha, sin embargo, hay mucho trabajo por hacer y un camino por recorrer lleno de retos. Es ahora el momento de invertir para asegurar un futuro para todos, sin olvidar lo que hemos aprendido en el trayecto. Sabemos lo que se requiere y que no habrá una segunda oportunidad, ahora sólo queda tomar acción.
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